Notas de prensa
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La última amenaza silenciosa para Europa se llama Schistosoma haematobium híbrido
Madrid, 12 de junio. Las alarmas acaban de saltar en la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al causante se le conoce desde hace más de veinte años. Pero nunca pasó por la imaginación ni siquiera de los más expertos que pudiera llegar a afectar a los europeos. Sus características propias lo hacían sencillamente imposible. Es el Schistosoma haematobium, causante de una enfermedad tropical llamada esquistosomiasis urinaria.
Durante la III Reunión Científica de la Red de Investigación de Enfermedades Tropicales (RICET) que se está celebrando en Madrid, han sido dados a conocer todos los datos, ya que investigadores de la misma están colaborando con la OMS en este asunto. Todo comenzó con la detección de casos esquistosomiasis en familias de franceses y alemanes que nunca habían estado en las zonas endémicas, fundamentalmente África, pero que todas se habían bañado durante 2011, 2012 y 2013 en el río Cavu, una de las zonas más turísticas al sur de Córcega. Se sospecha que los caracoles del área han sido capaces de hacer de vectores transmitiendo las fases infectivas al agua y de ahí infectar a los humanos. Sobre cómo el parásito pudo pasar de África a Córcega, se apunta a la teoría de algún inmigrante infectado que al orinar en el agua de río expulsó los huevos de Schistosoma haematobium.
Uno de los principales enigmas para los científicos es cómo este parásito pudo soportar el frío de los inviernos. Y no sólo de una temporada, sino que ha resistido a tres inviernos consecutivos. Habitualmente para sobrevivir necesitan temperaturas que oscilan entre los 25º a 30º grados. Todos los indicios apuntan a que el cambio climático ha provocado una elevación de las temperaturas que al suavizar las condiciones del invierno han permitido al Schistosoma resistir los inviernos que antes no habría podido.
La OMS ha puesto a trabajar a los mayores expertos mundiales, que debido a la rareza de la patología no son más de tres opinión leaders en todo el mundo. El primer hallazgo de estos fue si cabe todavía más preocupante. No se trataba de un Schistosoma normal, sino una forma híbrida nunca vista hasta ahora. Es un híbrido entre Schistosoma haematobium y entre Schistosoma bovis, este último que se hospeda en las cabras y nunca había afectado a los humanos. Posiblemente una fecundación entre las dos especies dio lugar a la nueva. El problema fundamental que ha disparado las alarmas radica en que no se puede conocer todavía la capacidad de infección del nuevo híbrido en la población europea, aunque estos expertos apuntan a lo peor si no se encuentran a tiempo los mecanismos para contenerlo.
Las personas se infectan cuando las larvas del parásito, liberadas por caracoles de agua dulce, penetran en la piel durante el contacto con aguas infestadas. En el interior del organismo, las larvas se convierten en esquistosomas adultos, que viven en los vasos sanguíneos, donde las hembras ponen sus huevos. Algunos de esos huevos salen del organismo con las heces o la orina y continúan el ciclo vital del parásito. Otros quedan atrapados en los tejidos corporales, donde causan una reacción inmunitaria y un daño progresivo de los órganos. Los síntomas de la esquistosomiasis son causados por la reacción del organismo a los huevos del gusano, y no por el gusano en sí mismo. El signo más habitual de la esquistosomiasis urogenital es la hematuria (sangre en la orina). En los casos avanzados son frecuentes la fibrosis de la vejiga y los uréteres, así como las lesiones renales. El cáncer de la vejiga es otra posible complicación tardía. Las mujeres con esquistosomiasis urogenital pueden presentar lesiones genitales, hemorragias vaginales, dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales) y nódulos vulvares. En el hombre puede ocasionar trastornos de la vesícula seminal, la próstata y otros órganos. La enfermedad puede tener además otras consecuencias tardías.