Notas de prensa

  • 19 de diciembre de 2012
  • 346

Una nutrición adecuada mejora la calidad de vida de los afectados de esclerosis múltiple

• Medio centenar de chefs han aportado su receta al libro Alimentación sana para la esclerosis múltiple en la que realizan un recorrido exhaustivo y crítico por todos los productos habituales de nuestra dieta

• La guía recomienda una serie de alimentos y desaconseja otros

• Es preciso investigar los trastornos de nutrición para saber cómo corregirlos

• La EM es, después de los accidentes de tráfico, la enfermedad más discapacitante en las personas de entre 20 y 40 años

Madrid, 19 de diciembre de 2012.- Una dieta correcta puede ser de gran ayuda en la evolución de la Esclerosis Múltiple (EM) y en la mejor calidad de vida de los pacientes. Con ese objetivo se ha elaborado el libro Alimentación sana para la esclerosis múltiple, una guía que, aparte de consejos prácticos sobre nutrición, incluye recetas que han aportado algunos de los mejores cocineros de nuestro país. Una obra que recorre exhaustivamente todos los productos y alimentos que componen la despensa más habitual en nuestra dieta para explicar cuáles son sus principales cualidades y por qué son o no recomendables. Los beneficios obtenidos de la venta del libro se destinarán íntegramente a las Asociaciones de Pacientes de Esclerosis Múltiple, representadas por FELEM (Federación Española en la Lucha contra la Esclerosis Múltiple). 

Tal y como señala el doctor Javier Olascoaga, autor y coeditor del libro así como  coordinador de la Unidad de Esclerosis Múltiple del Hospital Universitario de Donostia, “en esta obra además de describir qué es la esclerosis múltiple, se recogen los últimos conocimientos sobre la enfermedad y se explica en detalle la importancia de la alimentación a la hora de afrontarla. Para ello hemos contado con la colaboración de más de medio centenar de restaurantes de toda España, que han cedido desinteresadamente sus recetas”

Se estima que en España sufren EM cerca de 50.000 personas, con una tasa de prevalencia de 70-100 casos por 100.000 habitantes y una incidencia de 5-6 nuevos casos por 100.000 habitantes/año. Una patología que constituye un serio problema socio-sanitario en Europa y Estados Unidos, ya que se trata de la enfermedad neurológica crónica más frecuente en adultos jóvenes, con un porcentaje mayor en las personas de entre 20 y 40 años. De hecho, en este grupo de población es la enfermedad más discapacitante después de los accidentes de tráfico.  

“Aunque se desconoce su causa”, explica el doctor Olascoaga, “existen datos que avalan la posibilidad de que en sujetos con una susceptibilidad genética el desencadenante pueden ser diversos agentes ambientales, entre los que se encuentra la dieta. Aunque hasta la fecha no se baraja como uno de los principales factores, ya que se sigue dando más importancia a la vitamina D, a determinados virus y al tabaco, existen investigaciones recientes que demuestran que el papel de la alimentación puede ser más relevante. Últimamente se ha podido demostrar que algunas bacterias de la flora intestinal, como el ‘bacteroides fragili’, son capaces de favorecer la secreción de un polisacárido que puede inducir la producción de linfocitos antiinflamatorios (células T reguladoras) y de esa manera disminuir la respuesta inmune anómala y la inflamación consiguiente. Esto abre puertas a futuros campos en la investigación”.

 

Nutrición y EM

Lo cierto es que aunque cada vez es mayor el número de ensayos clínicos sobre los hábitos alimenticios de los pacientes con EM, aún es preciso realizar más estudios, diseñados con una metodología científica adecuada, y con un mayor número de pacientes. Aún se desconoce el impacto que pueda tener la alimentación sobre la enfermedad, ya que, entre otras cosas, tal y como asegura el doctor Olascoaga  “resulta complicado diseñar un ensayo clínico con un régimen de  alimentación determinado. Quizás se debería realizar previamente un estudio epidemiológico con las características alimenticias de la población afectada y compararla con la población sana. Aunque, insisto, el estudio es complicado por las múltiples variantes concurrentes y por el hecho de que el tamaño de la muestra debería ser muy elevado”

Lo que está confirmado es que una alimentación sana y variada, que logre una nutrición adecuada, sin causar sobrepeso o una pérdida de peso importante, son aspectos que todo paciente de EM debe tener en cuenta y que, a menudo, como sucede en las personas sanas, se suele descuidar. De hecho, algunos estudios ya han mostrado la alta incidencia de obesidad y sobrepeso en pacientes con EM. Por el contrario, en otros se concluye que es frecuente la pérdida de peso, aunque no se ha determinado su incidencia. Sin embargo, la proporción de pacientes con desnutrición y pérdida de peso se incrementa con la discapacidad. La desnutrición por una alimentación inadecuada origina un trastorno del sistema inmune, que afecta a la función mental y a la fuerza de los músculos respiratorios, contribuyendo a la pérdida de masa muscular y a la aparición de espasmos, debilidad y fatiga. También pueden aparecer, entre otros síntomas, temblor, problemas de visión, depresión y úlceras por presión. Existen otras investigaciones posteriores que ponen de manifiesto que ciertos alimentos como la mantequilla, la leche entera, el queso, las carnes grasas o embutidos podrían ser nocivos para los afectados. 

“La restricción calórica”, comenta el doctor Olascoaga, “protege contra el daño oxidativo en las enfermedades neurodegenerativas. Por este motivo se proponen dietas bajas en calorías para coadyuvar al retraso de la progresión de la enfermedad. Se ha probado que una comida rica en carbohidratos aumenta los niveles de insulina estimulando la expresión de moléculas inflamatorias. Por lo que sería recomendable en la dieta de estas personas la ingesta moderada de hidratos”.

 

Nuevas investigaciones

En los últimos años se ha dado un paso adelante para demostrar la influencia de la nutrición sobre el curso de la EM, evaluando la seguridad y eficacia de nutrientes y de los suplementos dietéticos a nivel molecular. Se han descubierto moléculas bioactivas, específicas de la dieta, que regulan a la baja la expresión de moléculas inflamatorias. También existen varios compuestos naturales que pueden interferir las señales celulares, contrarrestando el estrés oxidativo y la producción de moléculas inflamatorias asociadas a la EM: los polifenoles y los carotenoides, los ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) y la vitamina D, entre otros. 

“Teniendo en cuenta la limitada eficacia de los tratamientos actuales”, comenta este experto, “y con el fin de obtener un apoyo a las terapias aprobadas, como tratamientos coadyuvantes, se insiste en la investigación de diferentes compuestos nutricionales en función de sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Actualmente se está estudiando el papel que podrían tener los polifenoles, los AGPI-03 y la vitamina D. Lo que abre un nuevo escenario del que quizás surjan nuevas dianas y nuevas moléculas útiles para prevenir la EM, cambiar su curso o incluso curarla en un futuro no lejano”

 

 

 

Consejos prácticos

Esta obra, que hoy se presenta, pretende convertirse en una auténtica guía de alimentos para las personas que conviven con esta enfermedad, por lo que entre sus apartados se incluye, además de una lista de alimentos aconsejados y otros perjudiciales, una serie de consejos prácticos:

 

  • La base de la alimentación debe ser una dieta variada, rica y equilibrada.
  • Se debe evitar el sobrepeso o las dietas de adelgazamiento.
  • El desayuno debe ser copioso y con alto valor energético.
  • Las comidas restantes a lo largo del día han de ser ligeras, consumiendo
  • raciones pequeñas.
  • Procurar comer en un ambiente cómodo y agradable, sin agobios, masticando
  • lentamente y saboreando las comidas.
  • Evitar las comidas rápidas e hipercalóricas.
  • El agua es un nutriente indispensable para nuestro cuerpo. Hay que beber al
  • menos un litro de líquidos al día (agua y zumos naturales).
  • Para los adultos es preferible la leche desnatada o semidesnatada. Se puede
  • intercalar leche de soja.
  • Utilizar aceite de oliva virgen de modo habitual.
  • Aumentar el consumo de fibra a partir de alimentos de origen vegetal: pan,
  • cereales, legumbres, verduras, hortalizas y frutas.
  • Consumir legumbres (alubias, garbanzos, lentejas, etc.) dos veces por semana a lo largo de todo el año.
  • Consumir más salmón y otros pescados azules como sardinas, anchoas,
  • caballa o atún.
  • Las carnes más recomendables son el pavo y el pollo sin piel o la ternera.
  • Procurar comer con poca sal.
  • Es aconsejable acompañar las comidas copiosas con una copa de buen vino.
  • Evitar la leche entera, mantequilla, margarina, quesos grasos, carnes grasas,
  • embutidos y la bollería industrial.
  • Evitar el consumo excesivo de azúcar y productos azucarados. Para endulzar
  • la comida o bebida usar azúcar integral de caña de azúcar o miel.
  • Evitar el consumo de bebidas azucaradas industriales (naranjada, cola, etc.)
  • Evitar la bollería industrial, fuente importante de grasas saturadas, así como las pastas, pasteles y galletas con componentes de grasa animal.

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