Notas de prensa

  • 30 de septiembre de 2013
  • 152

¿El cigarrillo electrónico: ayuda o amenaza para la salud pública?

El cigarrillo electrónico ¿podría salvar las vidas de millones de fumadores, o es el instrumento que estaría abocando a la adicción a la nicotina a millones de no-fumadores? Profesionales sanitarios y responsables políticos señalan la necesidad de regular de algún modo esta industria, que en pocos años ha pasado a ser un negocio global que mueve 2.000 millones de dólares en todo el planeta.

El cigarrillo electrónico.
Un cigarrillo electrónico (también conocido como e-cigarrillo o cigarrillo-e) es un dispositivo compuesto de una pila o batería, un atomizador, un muelle incandescente y un depósito para el líquido empleado para producir el vapor de agua que simula el humo del tabaco. Su funcionamiento es simple: el líquido es calentado por el atomizador y vaporizado a una temperatura de 65º-120º. El líquido puede contener, o no, nicotina. También existen modelos aromatizados con diversos sabores: manzana, vainilla o almendras. Menos de una década desde su llegada al mercado, el cigarrillo electrónico está revolucionando la industria del tabaco: en los EE.UU, se estima que hay 2,5 millones de usuarios; en Alemania se estima que unos dos millones de personas ya se han pasado a este tipo de dispositivo.
 
No obstante, es poco lo que sabemos aún con certeza sobre sus posibles efectos sobre la salud. De hecho, algunas voces ya han dado la alarma sobre sus posibles efectos perjudiciales: un estudio publicado en Alemania durante el pasado mes de enero afirmaría que el glicol de propileno vaporizado, una substancia común a cigarrillos electrónicos y convencionales, podría irritar las vías respiratorias si se inhala en grandes cantidades; por lo tanto, aunque estos dispositivos son menos nocivos, no son completamente inocuos. Otros estudios indicarían que ciertas marcas contienen carcinógenos y otros compuestos químicos tóxicos como el Dietilenglicol. Si se emplean con moderación, las dosis de nicotina de los cigarrillos electrónicos pueden ser inferiores a los del cigarrillo convencional. Pero la nicotina, aún sin el humo, se sabe que provoca hipertensión y palpitaciones, además de ser altamente adictiva. Y es muy poco lo que se sabe de los efectos a largo plazo del vapor del cigarrillo electrónico.
 
Necesidad de nueva legislación.
Como suele ocurrir, la legislación va muy por detrás de la realidad del mercado: mientras las grandes compañías tabacaleras desarrollaban un negocio de más de 2.000 millones de dólares estadounidenses, en la mayoría de países todavía no hay leyes reguladoras. Así, en algunos países como Noruega o Brasil lo han prohibido; en otros, como en los EE.UU, sólo hay regulación si se vende el producto como ayuda para dejar de fumar; en Gran Bretaña, las autoridades sanitarias están a la espera de que las autoridades sanitarias británicas se pronuncien. En este sentido, tanto las autoridades sanitarias estadounidenses (la FDA) como la Unión Europea están preparando importantes cambios en sus legislaciones respectivas para abordar el problema. La propuesta de actualización de la legislación sobre el tabaco de la UE está previsto que sea votada en el parlamento de Estrasburgo el próximo 8 de octubre. También se espera que la FDA emita en breve un reglamento que regule los cigarrillos electrónicos.
 
A la espera de que las autoridades sanitarias se pronuncien al respecto, ha comenzado ya el debate entre los experto. Algunos consideran que los cigarrillos electrónicos son un gran aliado en la lucha contra el tabaquismo. Otros, por el contrario, comentan que podría ser un producto puente a la adición del tabaco: un estudio del centro para control de enfermedades de Atlanta (EE.UU) muestra que algunos adolescentes que nunca han fumado cigarrillos están comenzando a usar cigarrillos electrónicos. También se han detectado muchos fumadores que usan por igual cigarrillos convencionales y cigarrillos electrónicos, lo que indicaría que estos dispositivos están siendo empleados para mantener la adicción a la nicotina, no para dejar el tabaquismo. El empleo de tabacos con sabores, como por ejemplo vainilla o chocolate, es considerado por algunos expertos una forma de atraer al tabaquismo a los más jóvenes.
 
Por el contrario, otros expertos advierten en contra del exceso de regulación: regular los cigarrillos electrónicos como si fueran dispositivos terapéuticos (para dejar el tabaquismo) acabaría en un desastre pues tan sólo las grandes compañías tabacaleras podrían permitirse los costes requeridos para producir dispositivos médicos y por tanto le permitiría hacerse con el control absoluto del naciente mercado del cigarrillo electrónico.

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