Notas de prensa
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La terapia visual permite mejorar el rendimiento escolar de ciertos niños con dificultades de aprendizaje
La mala ortografía, la baja velocidad o comprensión lectora y la dificultad a la hora de copiar o memorizar textos, pueden esconder problemas de percepción y eficacia visual
La nueva Área de Terapia Visual del IMO trabaja la creación de conexiones neurológicas para reducir estos síntomas, potenciando las habilidades visuales afectadas y mejorando el rendimiento mediante ejercicios personalizados
“Mientras que las alteraciones de eficacia pueden darse tanto en la edad infantil como adulta, las de percepción afectan de forma específica a los niños, un colectivo al que somos especialmente sensibles dado la importancia de sentar una buenas bases de salud ocular en la etapa en que la visión completa su desarrollo”, aclara Laura Alonso, corresponsable del Área de Terapia Visual del IMO.
Según la optometrista, “aunque los pequeños no suelen quejarse, si los comparamos con otros niños de su entorno es habitual observar como presentan dificultades que se manifiestan en un bajo rendimiento escolar: tienen una mala ortografía o una baja velocidad y comprensión lectora, confunden letras y se saltan palabras, les cuesta memorizar textos o reproducir en su libreta lo que hay escrito en la pizarra.”
Ante cualquiera de estos síntomas, “es habitual que nos lleguen a la consulta pacientes pediátricos recomendados por profesores, psicólogos o logopedas, tras ser previamente examinados por nuestro equipo de oftalmólogos para descartar una posible patología ocular y, en caso oportuno, ser derivados al Área de Terapia Visual”.
Con el fin de reducir sintomatología y contribuir así a una mejora del rendimiento, en esta área se trabajan y refuerzan las habilidades visuales afectadas mediante ejercicios optométricos individualizados, que permiten su automatización e integración en las capacidades motoras y cognitivas. Los ojos, de alguna manera, “aprenden a ver” gracias a la creación de nuevas conexiones neurológicas y, para ello, es fundamental la repetición.
20 minutos diarios
La Terapia Visual se basa en ejercicios diarios de 15-20 minutos en casa, de acuerdo con la pauta marcada por el especialista, combinados con sesiones semanales de 45 minutos en consulta, donde se usan las técnicas y los instrumentos más indicados para cada paciente. Entre ellos, destaca el Sanet Vision Integrator (SVI), un sistema pionero diseñado por el optometrista estadounidense Robert Sanet para, a través de una pantalla táctil de 50 pulgadas, mejorar los seguimientos oculares, el tiempo de reacción visual y de reconocimiento, la velocidad y la sensibilidad al contraste, además de la memoria o la secuenciación visual-auditiva, entre otras habilidades.
La utilización de nuevas tecnologías es, precisamente, una de las grandes apuestas del IMO, centro de referencia en innovación y progreso al servicio de la salud ocular que, con esta nueva área de Terapia Visual, incorpora un servicio no médico destinado a estimular la visión y su coordinación con el resto de los sentidos. Como explica Laura Alonso, “nos gusta aprovechar todas las oportunidades que ofrecen las aplicaciones disponibles en tablets y smartphones, ya que permiten a los niños entrenarse a la vez que divertirse. Eso sí, siempre con un uso moderado y con criterio, entendiéndolas como premio o recompensa a la constancia necesaria para el éxito de la terapia”.
En este sentido, la motivación es un aspecto fundamental, “por lo que siempre plateamos los ejercicios como un juego, no como unos deberes, y buscamos que los niños encuentren en el trabajo realizado su propio objetivo, por ejemplo, jugar mejor al futbol”, añade Alonso, quien destaca la importante labor de los padres a la hora de lograr esta implicación desde su papel de “terapeutas colaboradores” en casa. Solo así, con la participación activa de todas las partes, es posible avanzar en la terapia y dar respuesta al creciente grado de complejidad de los ejercicios, que se programan para mejorar gradualmente las habilidades visuales del paciente y llevarlo a su máximo potencial, requiriendo un mínimo de tres meses para los problemas funcionales y de medio año para los perceptuales, según la evolución de cada caso.